Las cinco canciones más desoladoras de Charly García.

Erich Fromm en su libro «El arte de amar» nos dice que el ser humano desea salvar «la separatidad» con el otro. El objetivo se logra mediante el amor. Si el amor es erotizado, la brecha se cierra a través del contacto sexual, si es fraterno existen otros medios, por ejemplo, un interés común frente al mundo. Charly García muy pronto renunció a un interés común, el suyo fue un interés narcisista. Él mismo lo ha dicho: «En Argentina yo me inventé eso de ser una superestrella. Antes de mi no hubo otra».

En Charly la soledad se evidencia con más fuerza en la ausencia del ser amado. En otras canciones nos cuenta también de la soledad que siente una superestrella, de la separatidad adicional que genera esa condición ¡Que importan sus contradicciones! Charly se inventó a si mismo y dijo en otra de sus canciones: «me gustaria ser negro y con mucho olor» si el mundo fuera más compasivo.

En este listado seleccioné las cinco canciones, en mi concepto, más desoladoras de Charly García de sus trabajos como solista. Vámonos con ellas.

Curitas
«Quiero eco», ¿Que otra simpleza puede expresar el sentimiento de soledad? Esta es una canción apretada, contenida en todo momento. Son muchas canciones en una, un cóctel de exquisitos sabores. Suena a cualquier lugar del mundo. Los solos del bajo dándonos cachetadas para hacernos reaccionar y salir a flote del bajón emocional, los vientos metales como luces para no dejarnos caer del todo en la desesperanza, el solo de la guitarra levantándonos el ánimo y la percusión de las castañuelas en toda la canción, llevando el ritmo sin aflojar en ningún momento. Nos deja una pequeña muestra, muy cerca a los cinco minutos, de lo que luego sería otra gran canción de Charly: «Kurosawa» (que perfectamente pude haber incluido en este listado) y una transgresión lingüística para mostrarnos lo perdido que está: «ya no soy mí» como  prueba de su espíritu burlesco.


Chipi chipi
Sólo a Charly se le ocurre ponerse a hablar con una lágrima. Luego de que la disquera le exigiera una canción comercial para el álbum «La hija de la lágrima» la compuso en pocos minutos. Una letra genial y una melodía que logró el objetivo. De una te engancha, es cruda y nostálgica. Pocos instrumentos fueron convocados: La batería, sin brillo y con mucho bombo, las semillas secas y el pandero en la percusión. Una guitarra que apenas se muestra y los coros hacen voces que no conjugan palabras sino hasta el estribillo final, donde nos refuerza la idea de que: «esta cancion durará por siempre», dejando casi por completo el trabajo lírico a Charly.


Fantasy
El piano, sosegado al inicio, nos plantea un lugar mágico, con sonidos que emulan una jungla en reposo. Súbitamente y muy pronto, la canción revienta de un sacudón y se vuelve ríspida, como si la llegada hasta allí fuera por senderos escabrosos que luego se cierran detrás de tus pasos, para condenarte al no retorno. Tomas aire en los pasajes con cuerdas clásicas, es el preludio a las guitarras que van a reventar en tus oídos. Los coros apoyando la voz de Charly nos llevan a ese lugar de fantasía. Cierra como empieza, con un retumbe de muros caídos que nos dice que la bóveda se cerró para siempre. Muchos comentarios en las redes apuntan a que Charly predijo un lugar que ahora todos conocemos: facebook. Yo, sin embargo, no le doy cualidades de clarividente. Pongo mis fichas a que nos cuenta del trance bajo el efecto de los narcóticos (inducidos contra tu voluntad) y al condicionamiento posterior de tu comportamiento hasta que llega la próxima dosis.


Ojos de videotape
Otra canción desoladora. Se presenta Charly al inicio tocando el piano, luego una percusión, como gotas de lluvia que caen sobre un charco y se apagan en el rebote, creando escalas. Después un sonido de bajo sintetizado que se arrastra y, en algunas partes, la batería apoyando la obra. Por momentos pareciera que la melodía se fuera a devolver para engullir a Charly. Una guitarra te despide al final de la canción para sumirte en el vacío y, si estás sintiendo lo mismo que Charly, tal vez podría arrancarte una lágrima.


Yendo de la cama al living
Rompe con un quejido aletargado que le trae un poco de alivio. Dirige los dardos sobre las personas -a lo mejor nos está contando lo que él mismo está padeciendo- que están cercadas por la falta de amor, de empatía, las que no transmiten nada. En él, ese estado de consciencia hace estragos, mientras que los que están allá afuera ni siquiera se han percatado de la situación. Él siente la falta de amor y le pesa. Eso lo hace diferente a los demás que pareciera no importarles. Eso sí, se ve junto a todos nosotros en una misma prisión, separados por celdas que, ya en los ochenta, abría sus puertas que como ahora, más que nunca, nos atrapa en un modelo social que premia el ascenso y el logro a como dé lugar


Probablemente, él mismo estaba sometido a las exigencias del mercado y dejaba el testimonio de lo infructuoso que es avanzar donde no hay amor. Gracias al gran artista que es, siempre ha encontrado las salidas en sus composiciones, pero para el resto, que estamos absorbidos hasta la coronilla por el modelo ultra capitalista ¿que nos queda por hacer? ¡Como sea! el modelo te obliga a ir por la tuya y dejar atrás el amor. El mismo modelo que Charly necesitó para convertirse en la superestrella que quiso ser. Se dio cuenta de la paradoja: ascendió hasta la cima para avizorar que abajo de él solo habían adeptos.

Eso lo sumió en un inconmensurable hastío. Vemos a un Charly que no logra hacerse entender. Víctima de si mismo, padeciendo de una soledad que le muestra la inutilidad de la conexión. Como si ya no quisiera ver la TV o escuchar la radio, ni siquiera mirar a través de la ventana para no llenarse de más superficialidad. Es una soledad traspasada por el tedio; a duras penas se levanta de su cama y arrastra sus pies hasta el living. Nos deja ver un profundo encierro, mientras se mueve por los escasos metros de su vivienda. Él quiere acción y siente que es muy difícil despegar la máquina de la voluntad porque no encuentra revulsivos, los que sabe que no va a encontrar en aquellos que lo llaman ídolo. Una atmósfera opaca y cansina nos envuelve y nos arrastra con él en medio de sonidos, aunque lúgubres, muy ochenteros. El único rasgo de rabia es cuando se rasgan las cuerdas de la guitarra llamando nuestra atención.